Papá.

Tú nos diste lo bueno de la vida, me enseñaste a ver lo bueno de cada sitio. Que todos los sitios tienen su encanto, que todo tiene su parte bonita. Que cada lugar tiene un rincón, que cada cosa es bella. Me enseñaste que a ver la belleza de cada cosa que percibía. Me impusiste la cultura de una manera tan bonita que no me di ni cuenta de que estaba aprendiendo contigo. Que en cada viaje que hacíamos, me estabas explicando la vida. Que tu conocimiento, tu interés, tu sabiduría me la estabas dando, que hacías que creciese mi interés por todas las cosas. Y que, en cuanto aprendía algo interesante, yo estaba deseando contártelo, porque siempre estabas dispuesto a oirme, a aprender.
Echo de menos tu conocimiento, tu simpatía, y hasta tus enfados. Levantarme y oler lo que estabas cocinando.
Papá, te echo de menos. Y echo de menos nuestras competiciones con el juego del móvil. Que el otro día, estaba jugando y pensé "siempre le pedía a papá que me pasase este nivel". Sin embargo, me he dado cuenta de que ahora ya no puedo pedirte que me ayudes a pasar de nivel en el juego. Es como una metáfora de la vida, también tengo que pasar nivel en la vida sin tu ayuda. Pero, lo haré como tú también lo harías. Lo haré con lo que me has enseñado, que es mucho.

Todavía me pregunto cómo ha podido pasar, me parece imposible, pero ya sabes lo que dicen "siempre se van los buenos". Y, en este caso, se ha ido el mejor de todos los hombres que han habitado en la historia de la Tierra.
Gracias por enseñármelo todo, papá. Has sido el mejor ejemplo a seguir.