sábado, 4 de junio de 2016

Ciégate.

Vengo a contarte 
las tormentas que, a veces,
llueven en mi habitación.
A confesar dónde guardo los rotos.

Tus rotos. 

Te abandoné,
y cada poro de mi piel
gritaba que te echaba de menos.
Pero no pude evitar sonreír.

Vengo a contarte
que no toda la culpa fue mía.
Que me fui,
pero ya te había avisado cien veces.

Me cansé
de no ser lo primero,
de la soledad que guardas
dentro de todos esos abrazos.

Lo siento.

Yo era un bosque ahogado.
Vino otro corazón
vendiendo verano,
y cogí la primera autovía.

Nunca dejé de mirar atrás,
por muy lejos que te hubiera dejado.

Nuestros pies se rozaron,
y se espantaron las nubes.
Me eché a caminar en otra dirección,
sin ti.

Antes de que volvieras
regalando flores,
ofreciendo tu paraíso.
Antes, otro me ofreció, y yo lo cogí.

Esto es lo que guardo
detrás de mis ojos,
lo que oculta mi sonrisa,
lo que lloro.

Ciégate, véndate los ojos.
Porque sé que no quieres verlo,
y no quiero enseñártelo.

Así que esta soy yo,
llena de frío y vacíos.
No mires qué más hay detrás,
esto es lo que te ofrezco,

Vuelvo rota,
para que me cosas a besos.
Para que nos sigamos queriendo.

Lo siento, 
ahora lo sé:

sólo tú puedes llenarme los huecos.















No hay comentarios: