miércoles, 22 de enero de 2014

Carta para un padre, para el mejor padre.

Espero que no pienses que te he olvidado, papá.  Te llevo siempre conmigo. No sé si ahí, donde quiera que estés, puedes verme o leer lo que te escribo u oir mis pensamientos cuando van dirigidos hacia ti. Confío en que sí, si no estoy perdida. Así que esta es otra carta para ti, papá. Ya ves que estoy estudiando, no he podido entrar en psicología, pero lo seguiré intentando. Te digo esto porque quiero que sepas que me da ánimo tu recuerdo, quiero que recuerdes que yo te echo mucho de menos y que intentaré ser tan increíble como eras tú. Probablemente, aún me quede mucho para poder serlo, pero voy aprendiendo de tu bondad y tu paciencia, de tu tranquilidad. Eras estupendo, papá. Fuiste un padre, un amigo y una persona excepcional. No habrá nunca nadie comparable a ti...
Eres mi fuente de inspiración, quiero decirte que siempre te llevaré conmigo. Te fuiste y, ahora, no soy capaz de asumirlo. ¿Pero cómo voy a asumir que ya nunca más volveré a oírte reir, que nunca más volveré a ver tu carita, que nunca más podremos hablar? Yo sigo hablándote, esto es una muestra de que me comunico contigo. Quizás tú no puedas contestarme, pero espero que recibas el mensaje: te quiero. 
Cuando te fuiste, yo le pedí a Dios que trajese, que llegaras a casa y contases una anécdota de algo que te hubiese pasado, y preguntases "¿Y a vosotras qué os pasa? ¿Qué ha pasado aquí?" y te lo contásemos y todo fuese una confusión. Al paso de los días, los meses y los años, me he dado cuenta de que no ha sido así. Que tú te has ido. Bueno, no te has ido porque quisieras, sino que te han llevado. Y no soy consciente realmente de lo que eso significa. Por eso, no suelo pensarlo... No suelo pensar qué significa realmente que te hayas ido, porque eso implica no volverte a ver. A veces creo en Dios, tan sólo porque tengo la esperanza de volver a verte alguna vez. Volver a ver la cara que ponías cuando mirabas al Sol, tu postua con los brazos en la cintura, una pierna flexionada y la otra normal, volver a escucharte hablar... Si te soy sincera, papá casi no me acuerdo de tu voz, me resulta muy difícil recordarla. De hecho, en cuanto acabe de escribir, voy a ver alguna entrevista en la que salgas hablando. Quiero oirte otra vez, papá. Quiero que veas que Iosune ahora está cada vez más preciosa, al igual que mamá, y que ahora está estudiando. Ha dejado el trabajo, que la explotaba y ahora está estudiando. Quiero que lo veas, y espero que todo lo que estés viendo, te guste. Espero no estar haciendo algo que te moleste. Sé que confiabas en mí. Quizás en algunas cosas te haya fallado, lo siento si lo he hecho. Lo siento si alguna vez te había hecho daño. 
Sé que antes de pasara, leíste el mensaje que te envió mamá. Era precioso. Quiero que sepas que ojalá te hubiera dicho algo así, ojalá lo último que te hubiese dicho fuese que te quiero. No recuerdo qué fue lo último que te dije, no lo recuerdo. De todas formas, sabes que te quiero, desde siempre. De toda la vida. Y que los momentos vividos fueron lo mejor. 
Recuerdo cuando bajabas por las noches a comer pan con queso, recuerdo que también bajabas y te comías un montón de galletas cuando éramos pequeñas, para nosotras eras "el monstruo de las galletas". Tengo en mi mente los momentos en los que jugábamos a pegarnos en el sofá, o con la pelota, o a ver quién cogía el mando. Que sepas que cuando empezábamos a jugar a ver quién cogía el mando, ya no me interesaba el mando, sino el juego contigo. Me acuerdo de la "euroball". La verdad es que, sin darme cuenta, de repente he visto que tengo un pequeño gesto de sonrisa. Papá, esto es lo que me da tu recuerdo, una sonrisa, porque fuiste estupendo.
Nos divertíamos muchísimo juntos. Sé que nadie será para mí como tú. 

Que te quede muy claro, Eres irreemplazable. Te quiero y siempre te llevaré dentro de mí, siempre te llevaré conmigo.