Tú, que me llamas tristeza,
cierras con fuerza los ojos,
para no ver que eres tú quien vacía mi pecho.
Que eres tú quien me ahoga.
He decidido no darte más.
Esta es nuestra última batalla.
Si tú te quedas contigo,
yo me quedo conmigo.
He roto todo aquello que sellaste con tus besos.
Tu corazón debería temblar,
porque he abierto los ojos.
Y el amor ya no es ciego.
Puedo ver que tú me has hecho ruinas,
como Roma, como Atenas,
que siguen siendo hermosas
a pesar del desastre.
Te doy permiso para llorarme,
pero en silencio.
No vaya a ser que te escuche
y decida dar la vuelta.
Quédate aquí,
sin hacer ni decir nada,
como siempre.
Borraré mis huellas,
y dejaré sólo una en ti.
Y, por mí, que llueva.
Que de borrar las tuyas,
se encarga Abril.
No hay comentarios:
Publicar un comentario