domingo, 17 de agosto de 2014

Frío en agosto.

Llegas a casa con el corazón lleno, y la casa vacía, silenciosa, repleta de recuerdos. Tu hogar crece, se hace grande y te sobra espacio, añorando hasta el espacio compartido. La soledad que sientes es diferente, no estás solo, pero sabes que algo realmente necesario va a faltar durante toda tu vida. Te obligas a acostumbrarte al silencio eterno de una persona, a tener que recordar su voz y su imagen. Miras a tu alrededor, lleno de espacio vacío, de doloroso silencio y te dices "esto es lo que toca a partir de ahora": semanas sin poner la televisión, sin música, sin bares. Semanas dedicadas tan sólo al anhelo, semanas de falsas sonrisas y lágrimas sinceras, a escondidas. Semanas de verdaderos amigos aguantando y compartiendo dolor intenso, amigos que hacían de bufones para hacernos sonreír.
Hacía frío en agosto.

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