lunes, 6 de julio de 2015

Querencia.

Vengo a confesarte
o, más bien,
confesarme.
Porque quererte tanto
tiene que ser pecado.

Que tengo heridas
de tanto morderme la lengua,
de ponerle barreras
a las ganas,
y callar mariposas.

De no decirte
que si estuvieras aquí,
haría lo imposible
para que esta noche
durase mil horas.

Que hoy la Luna
no tiene sentido,
perdió el norte
cuando tú lo dejaste.
Que se compadece de mí.

Que en mi cuerpo
hay una guerra civil,
corazón contra razón.
Y yo voy con el que late,
con lo que me hace vivir.

No sé qué puede haber
más allá de ti,
que amplías mis horizontes.
Contigo no hay fronteras,
¡Abajo el muro de Berlín!

Necesito gritar que te quiero,
en un lugar que haga eco.
Que se repita para siempre,
un "te quiero" que nunca calle.

Un "te quiero"
que no se ahogue
en nuestros malos tragos.
Un "te quiero" nunca ciego.

Así que...

Ven, que aquí te espero
con los brazos abiertos
y, dentro a tu derecha,
un latiente "te quiero".


No hay comentarios: